Erase una vez, hace varios años, una chica de 16 años que se fue de vacaciones a una remota ciudad de Francia. La chica nunca había ido al primer mundo, de más está decir que era bastante pobre, una más del pueblo. Se quedó en la casa de una amiga que se había mudado al primer mundo hacía un tiempito por varias razones, fundamentalmente económicas. La amiga de la chica iba a la facultad (pública, claro) y un día inesperado la chica, sedienta de conocimiento sugirió hacerse una aparición en la facultad del lugar. Fue a una clase de portugués cuando ella en el liceo había elegido aprender italiano. Esto debería haberla advertido que no era una buena idea. Al llegar, no entendía nada, solo escuchaba confusos "Oi" de diversos lados de la sala. Se había arrepentido de su decisión. Estaba aburrida y cansada de mutar. Cuando de repente se le ocurrió una idea brillante: ofrecerle a la amiga jugar al tutti frutti. La amiga fue fácilmente corrompida y accedió. Lo más extraño eran las categorías del juego:
- Insultos
- Degras, insulsos
- Películas a NO ver
- Cosas repugnantes
- Comidas tóxicas (a evitar)
- Cumbias
Se imaginarán que nada bueno salió de esta brillante idea...
No hay comentarios:
Publicar un comentario