Ok, lo admito, no soy una persona normal, por ende no me pasan cosas normales pero a su vez uno se pregunta ¿y qué es normal? Porque finalmente, todo es relativo, como decía Einstein.
Pero bueno, a lo que iba era a contar un episodio que viví hace ya algunos meses del que me acordé porque sí nomás hace no tanto.
Yo estaba en el auto con unas amigas yendo al teatro en un barrio que no solemos frecuentar. Queríamos llegar al teatro pero nos estaba resultando algo así como una misión imposible porque no solo no conocíamos la calle que buscábamos sino que además teníamos que tener en cuenta que existen calles de una sola mano y un montón de etc más.
Entonces vimos a una señora, caminando, y mis amigas decidieron preguntarle a la señora. La señora, bastante simpática, tal vez demasiado simpática para mi gusto nos dice, sonriente, " Yo voy para el mismo lado, si quieren voy con ustedes y las voy guiando". Mi cara, prefiero no imaginarla. Me debo haber desfigurado en un santiamén pero mis dos amigas respondieron, como si fuera normal (palabra totalmente sobrevaluada), que si claro. La señora se sentó en el asiento trasero, al lado mío. Fue todo el viaje charlando. Nos contó que se llamaba Clarita y era del Cordón. Vivía por allí desde siempre y su hija estudiaba medicina y ahora estaba trabajando pero ella le iba a llevar un bolso con ropa y comida para que se cambie cuando termine su turno porque se fue tan apurada la nena que se lo dejó. Mis amigas le decían que suerte que la habíamos encontrado ya que sin ella era bastante improbable que hubiéramos llegado en hora (yo nos tenía más fé, pero bueno...). Clarita, como le dicen en el barrio, también estaba agradecida porque no tuvo que caminar esas varias cuadras con el viento volándole los cabellos.