Los recuerdos van y vienen. Uno se olvida de las cosas, las deja en un rinconcito de su memoria pero no las tiene en mente cuando de repente, sin sentido alguno, sin razón salen a la luz. Nos invaden, nos hacen recordar eso que habíamos olvidado.
Eso mismo me pasó ayer. Estaba estudiando cuando de repente me acordé del día que mi ex compañero de trabajo le regaló una docena de rosas a su novio y no sé por qué me lo contó a mi como si no me fuera a parecer algo más grasa que romántico.
La historia es un poco más larga porque se había peleado con el novio hacía poco y se habían reconciliado. Él ya había planeado comprarle una docena de rosas rojas hacía tiempo. Las encargó a la florería y esperaba ansioso el aguinaldo para poder pagarlas. Cuando contó su idea en el trabajo todos estaban en contra, no creían que el novio lo mereciera pero a él no le importó. Yo por mi parte traté de no opinar mucho cuando contó su idea en el medio del almuerzo. Primero que nada porque no estoy segura de si me gusta la gente que opina y después es su vida, no la mía y no me había pedido opinión. También está el punto en el que yo no sé si estoy del todo de acuerdo con los regalos cursis y clichés.
Y un día llegué al trabajo, después de la facultad, y me saludó y me mostró una foto en su celular. Eran las rosas que le había comprado al novio que habían llegado esa mañana. Quedó chocho y él les sacó una foto. Yo, por mi parte no estaba segura como hacer para mostrar un casi entusiasmo.
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